jueves, 10 de abril de 2008

Ir de función

Aunque la tournée se suspendió ayer por falta de público, como cada tarde entró en su vieja caravana para completar el ritual del maquillaje. Luego tras ajustarse la nariz de goma, se dirigió a la pista apenas iluminada. El silencio resultaba atronador, y aunque el miedo enganchaba sus movimientos quería terminar cuanto antes. Se subió a la silla que le había visto triunfar durante lustros y deslizó sobre su cuello la cuerda colgante del trapecio. Una voz risueña a su espalda preguntó entonces.
-¿Qué haces abuelo.?
-Nada cariño, sólo preparo el número de la próxima gira.

6 comentarios:

Rocío dijo...

Víctor, te agradezco tu visita porque, gracias a ella, he pinchado en tu nombre y me ha traído hasta aquí.
Muy original la técnica que empleas. Me gusta.
Volveré.

Víctor González dijo...

Espero que lo hagas pronto.

Anónimo dijo...

Que bueno... aunque creo que lo recuerdo de hace tiempo. Este, o quizá uno muy similar...

Un besito hermano.

Gemma dijo...

El payaso triste, aquí desesperado, es un motivo literario que siempre me ha gustado.

Para él, ahora empieza la verdadera función.

Víctor González dijo...

Tú que me vas a decir.
Besito también para tí hermana.
Un día hace cinco lustros más o menos, tuve la seuerte de entrevistar a Charlie Rivel en el circo de la ciudad de los muchachos de Madrid. Su foto en la caravana actuando sobre su eterna silla, y su decadencia senil que le llevó a la muerte al año siguiente, han sido los elementos inspiradores de este relato. Ya entonces el circo estaba tocado en su esencia misma, espectáculo/espectador, y así me lo dijo él.
Esto es Mega, a groso modo lo que te proponía el otro día.

Mónica dijo...

Me ha encantado. La decadencia y la magia del circo mezcladas a partes iguales. Con los payasos tengo un problema que me enternecen como este caso, o me dan un terror atroz (cuando son de juguete).

Un abrazo