martes, 27 de enero de 2009

Palabras y cáscaras

Amaneció un día espléndido. Camisa de cuello duro, traje de Armani gris perla, zapatos negros Martinelli, gemelos de oro y brillantes regalo del banco y la corbata enviada por la Casa Real, eran el atuendo perfecto para la rueda de prensa. El chófer le abrió la puerta del Audi displicente, y en un periquete, casi doscientos periodistas expectantes le miraban.
-Los datos económicos de nuestro banco, -dijo engolado, -son los mejores del mundo en 2008.
Su cara fue portada de todos lo periódicos del día siguiente, y a pocas manzanas de allí una inmigrante peruana, puso esa portada en el fondo de un cubo de basura, y arrojó sobre ella las modestas cáscaras de los huevos de la cena.

martes, 20 de enero de 2009

Los dioses estúpidos

-No los hemos considerado como personas. Manifestó el más alto apesadumbrado.
Lo dioses, -respondió el otro, -también somos estúpidos, y otra vez hemos fallado.
Estaban en el fondo de una tabernita pequeña y oscura, de esas que huelen a vino de Jerez y a mojama de atún servida sobre papel encerado. Pidieron otra y chocaron con gesto cómplice sus vasos.
¡Porque tú que puedes!,- sentenció el mayor, -hagas que vuelva a amanecer.
Y amaneció.

jueves, 15 de enero de 2009

El corredor de la paz

Salió cabizbajo de aquella inmensa sala cuadrangular. Experto negociador, estaba acostumbrado a preveer cualquier escenario posible y con él, su salida más ventajosa. Esta vez algo había fallado en sus previsiones. Lo último que esperaba era una propuesta política para parar aquella guerra. Por el largo corredor medito rápido como era su costumbre, y al llegar a la salida y mientras sacaba el móvil para informar, concluyó. -No los hemos considerado como personas.

viernes, 9 de enero de 2009

Ganar y perder

Ella ya lo es mi general. -Protestó tímidamente el edecán. -Es una ciudad asediada y rendida a nuestras fuerzas.
El hombrecillo levantó los ojos del papel que leía, y fulminó al pelirrojo con su tono de voz..
-Son enemigos, y el mejor, muerto. No los quiero entregados ni rendidos, quiero exterminarlos. De orden de que la artillería dispare hasta fundir el bronce, y no quiero ver ni un muro de más alto que una caballería.
El asistente trago saliva, junto los talones y se cuadró, dio media vuelta y salió cabizbajo.