viernes, 14 de noviembre de 2008

Del saber y el tiempo.

Irrecuperables unos convertidos en cenizas, tiznados otros con sus caracteres medio borrados, aquella enésima destrucción de la gran biblioteca de Alejandría, dejó tras el devastador paso de las llamas un rastro de pergaminos destruidos que arranco de los ojillos gastados de aquel amanuense viejo y flaco lágrimas de impotencia, no por lo perdido que también estaba dentro de su cabeza casi al completo, lloraba contando los insuficientes años de vida que le quedaban para volver a escribirlo otra vez todo.