miércoles, 13 de febrero de 2008

Fin del recreo.

Cojeando me esforcé por alcanzar la fila de niños que volvían del recreo, pero a pocos pasos de llegar a la puerta de cristal, esta se cerró frente a mi, deslumbrándome hiriente el sol que se reflejó en ella. Se hizo el silencio y ahora el patio se me antojó mucho mayor que antes. Me sentí envuelto en una soledad terrible, inconmensurable. Volví mi carita de niño asustado hacia la valla, y entre dos barrotes vi a mi madre que me llamaba sonriente. Luego un murmullo de gritos y de voces, y entre ellas una de mujer exclamando. "¡Le perdemos!."

2 comentarios:

Gemma dijo...

¿Está, acaso, el hombre moribundo y en el repaso retrospectivo que se produce ha llegado, por fin, a la escena que recuerda de su más tierna infancia?

Muy bueno.

Ángel Vela dijo...

Un texto curioso, cuando menos con un enfoque particular ;)


Nos leemos.