viernes, 18 de noviembre de 2011

PLEBISCITO.

Aún quedaba dignidad, de modo que cuando aquellos interventores de sonrisa fingida, uniforme de domingo y peinado tirante se ofrecieron a buscar su mesa electoral, él lo agradeció con un gesto de la mano y dijo.
-He pasado más de media vida sin poder votar, ahora que puedo hacerlo conozco cada recodo del camino. No necesito guías, ni faros, ni oráculos. Setenta y cuatro años son suficientes para saber qué hacer, y sobre todo, qué no hacer.